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Tristeza Poética













Tristeza poética.







Cual rosa.


Heme aquí
rosa marchita y fría
en tus manos de alabastro.
Heme aquí, sin alegría.
¡Fuerte! formo mi castro.

Heme aquí
plena de espinas
en defensa de mi vida.
¡Formo rosas tan divinas!
Veneno de escarlatina.

Heme aquí
llena de hojas
para cubrir mi única rama,
oculta, para que escojas
cualquier rosa de otra gama.

Heme aquí
rosa de fuerte aroma
inevitable, exquisito.
Quisiera viento de Roma
para evitar tu apetito.

Heme aquí
vieja y mohosa.
Cortada un día por fin!
Dejada en tu libro en prosa.
No quieres que tenga fin.


Déjame volar.

Si tú, quisieras verme volar.
Podrías lanzarme al cielo.
Cual si fuera un pañuelo.
Tú, podrías hacerme flotar.

Y ya en el cielo danzando.
Podrías verme allí arriba,
Por ti, mi alma afligida.
Por ti verme rezando.

Y tú debajo y yo arriba.
Podríamos mecer nuestro anhelo.
Con encanto, gracia y celo
plasmo mi amor cual escriba.

Y tú en la hierba extendido
mirando vuelo encantado.
Tu sentir, llora colmado.
Tu querer, fuego sombrío.

Y si quisieras verme bajar
podrías invocarme tendida,
cercana a ti y suspendida.
Vuelo libre! Me niego a dejar.

Y ya cercana, aún flotando.
Siendo llama de hoguera.
Sentirás calor, será quimera.
Mi ser, seguirá volando.

Y otra vez en el cielo.
Y otra vez en la brisa.
Olvido mi alma cobriza.
Ahora feliz. ¡Ahora! Mi cielo.



A mi destino.

Entre tanto a la espera por ti, mi llanto.
Y entre tanto esperando por ti, mi sonrisa.
Dibujando una vida con encanto
que regalarme pueda, de si, una caricia.

Entre tanto, imagino, esperando aquel momento.
El apropiado, el exacto, el improvisado.
Aquel trazado y construido,
aquel de mis sueños, de mi tiempo aletargado.

Y entre tanto esperando ese reencuentro.
Y ese tanto que me queda de esperarlo.
Sufro y paso los años esperando tu regreso,
tu existencia, tu presencia, anhelándome a tu amparo.

Así me he paso los años, esperando.
Tu regreso, tu obertura, tu actuación de actor en paro.
Aquel que se cierne a la espera de un milagro.
Así te he esperado siempre. A la sombra de una escena de teatro.




¡Ay noche!

Compañera, amiga, veladora de mi fatiga,
testigo de mi inexistencia.
Como diario, me sabes, me ves y me adivinas.

Ay noche! aunque noche, luz del día.
Oscura, serena, silenciosa, alma sin vida.
Es mi sombra, el manto que te abriga.

Ay noche! que sosiegas el desvelo.
En ti no hay silencio,
sólo contagios de sonidos y de ecos.

Ay noche! cómo agradecerte puedo
el rescate de mis recuerdos.
En ti, como gato, me muevo en lo cercano, lo familiar, lo pasajero.

Noche que buscas mi presencia repetida de cortejo.
Quizás, en ti, busque a un justiciero
que me plazca de algo más que de olvido, de memorias en el tiempo.

Ay noche! te sé rival del sueño.
Noche sin voluntad, con temperamento.
Yo acudo a tu cita sin remedio.



Poema I

Camino sinuoso.
Camino caminado, no hay cabida.
Sigo recurrente, persiguiendo una ilusión.

Opresiones a cada paso, cada día.
¡Son tantos años de espera sin sabor!
Aún transito por mi inexistente cobardía.
Aún pretendo, llegar aquel pueblo sin temor.

Lágrimas derramadas y cohibidas,
Lastimosas, cautas de causar cualquier dolor.
Se mantienen por la senda de mi vida.
A la espera, a la antesala de una flor.

Aquella que me sonsaque una sonrisa,
aquella que disipe la brisa del horror.
Sólo sigo a un picaflor que corra a prisa.
Guía que me conduzca hacia mi perdido corazón.



Poema II

Picadora de piedras. Lacaya de amos.
Bufón de barrio. Oreja de extraños.
Ataúd de secretos. Musa de engaños.
Imagen de alegría. Clon de ermitaños.

Luna que atrae. Estrella de deseos.
Sol que ilumina. Sacerdotisa de credos.
Campo de flores. Perra de ciegos.
Oradora de ideas. Penitente de anhelos.

Caballete de mesa. Tumbona de muertos.
Jinete sin causa. Marco de espejos.
Música apacible. Cúmulo en los cielos.
Torre de vigía. Noche de danzas y velos.

¡Soy!


Aquel bosque de mis recuerdos.

¡Ay bosque!
Arrabal de hoy, nubes oscuras.
Matriz de torneados troncos.
Huesa de semillas.
Gracias a tu tino.
¡Que matices del mañana!
¡Que deidades del futuro!

¡Ay bosque!
Que pintado por el intimismo.
Que forjado por un puño belicoso.
Tú y tu totalidad.
Me encomiendo a ti.
Incansable, me recibes cauteloso.

¡Ay bosque!
Intratable y con intrepidez me hundo,
en ti, bosque profundo.
Intrincado de ramajes, hojas,
flores y pequeños parajes.
De escenas de ilusiones,
de sueños encantados y oraciones.

¡Ay bosque!
Como arlequín te distraigo de tu afán,
de tu labranza. Presto, gravoso.
¡Déjame! ¡Mira mi magia!
Permíteme formarte estrados,
en tu arrabal, en tu colage.
¡Que no pretendo viciar ni corromper!
ni hacer de ti un escarpado.

¡Ay bosque!
Sólo colmarte quiero,
y en la medida que pueda,
tu altar adornar con arte.
Y aunque de ello estás servido.
¡No sólo puedo contemplar!
Pues me encuentro a la deriva
y tú, mi asidero a orillas de mi final.

¡Ay bosque!
Conocidas, sabidas por mi
tus mañas. Eternales
tus entrañas. Generosa,
ermitaña, sin escarcina.
¡Te ruego! ¡Te suplico! ¡Te imploro!
Regálame tu guarida.
Ansiada tanto por mi.


Al suspirar.

Desinflando, como globo de helio, mis temores.
al compás de las ráfagas del aire turbulento.
Así me quedo…con el frío suculento
que brota de mis labios, y rasante, plasma nubes.

Escapados de mi, sin mi protesta
bañan el cielo mis crueles soplos,
escondidos, difuminados y copiosos,
sin dar tregua al que contempla.

Trompetazos para un mundo inaudible.
Son ecos, son gritos. Lejos están de ser fútiles
 ¡Son misiles!
Dan su entrada corrompiendo lo apacible.

Como en la ronda, mi suspirar,
entra y sale sin cautela.
Cual borrachos de la noche y a capela,
donde sus gargantas tanto tienen que gritar.

Perseguidos por la furia del descanso.
Perseguidos y acosados por si llanto.
Corretean como niños con encanto,
porque mi suspirar no ha encontrado su remanso.

Bocanadas de bucaneros en mareas de mil diablos.
Cuesta arriba, valerosos y con garbo.
Remeros de gran porte y sin estorbo.
Van suspiros en mareas suspirando.


Mi Tsunami.

En el punto más austral de mi horizonte,
donde habita la carcoma y el rocío.
Un Tsunami se prepara en lo profundo,
impetuoso, expectante y febril.

Contenido por murallas de moral,
de conciencia, cobardía o mi fin.
Arrogante provocando una contienda,
entre aquello que es deber, entre aquello que es vivir.



¡Que si llega a emerger de sus confines!
¡Que si logra cobrar fuerzas con su afán!
Barrería vida y obra de un plumazo,
de las buenas, de las malas y de mi.

Vacía y desolada mi periferia
por su paso, tras mis murallas derruir.
Dejaría para mi sólo trabajo
de dibujar, nuevo horizonte de marfil.

Es por ello, mis murallas ¡tan grotescas!
Es por ello que resisten gravedad.
Confundidos, precaución con la pereza,
del que ve, sólo a metros en el mar.


No escondas tu llanto.



No escondas tu llanto, no lo entierres.
Deja que la gente sepa del dolor que sufres.
Permite que el aire refresque tus mejillas
al contacto con tu lágrima.
Mira el cielo matinal
y deja que refugie tu desdicha y sufrimiento.

No escondas tu llanto, no lo mates.
No intentes aplacar el galope de tu pecho.
No quieras darle prisa a unas piernas ya cansadas.
Ni permanezcas andando cuando tu sentir sienta apatía.

Sentada al sol pareciera que la pena se disipa.
Quizás ver la gente pasar te distraiga de tu amargura.
El suelo es frío. Tus pies pueden sentir su helor a cada paso.
En tu gélido andar, el suelo parece darle calor a tu caída.

No dejes de soñar, te corresponde.
Qué queda más que sueños de algún día.
Qué mal puede haber en tu esperanza,
cuando sólo sueños, yacen en las arcas de tu vida.

No escondas tu llanto, no lo entierres.
Deja que vuele libre, es su necesidad, su ánimo invencible.
Él no sabe de acallar su acometida.
Es tenaz, implacable.
Aún puedes alegrarte.¡Estas viva!






La hierba del veintiuno.


Si bastara un crepúsculo, un amanecer
para limpiar la tormenta que
sobre la hierba se cierne.

Hierba vigorosa, sin impedimentos
mas que, aquellos propios y exultantes.
Podría, quizás, tocar el cielo con su risa.

Pero la hierba del veintiuno es rala, débil e inconstante.
Los nubarrones impiden su fluorescencia.
Es más ardua la tarea, aún, más glorioso el alcance.

Podría percibir, si se estremeciera, algún rayo que la acoja.
Podría izarse erguida, si se esforzara ¡y romper!
su manera de pensarse cautelosa.

Un crepúsculo, un amanecer la esperan.
Pequeño tironeo entre aquello más allá
y aquello más adentro.

Su raleza, su pertinaz grandilocuencia
hacen de su trayecto un escarpado,
un incesante andar en titubeos.

¡Ay si se decidiera a suavizar su tendencia!

Podría sentirse como germinada entre algodones.
Suaves, contemplativos, generosos.
Podría dejarle llegar hasta el cielo.


Sol de Otoño.

¡Oh! Sol de Otoño.
Tocan tus violines mis oídos.
Bañas y cobijas mi momento.
Cada tormento de mi vida y el olvido.

Sol de Otoño, ¡Oh! soleado día.
Sabes del calor que necesito que me alcance.
Provocas al notarte mi deleite.
¡No te apagues! No dejes de brillar, no todavía.

Por ser otoño.
Por ser sol y ser guarida.
Regalas un brindis de calor a mis heridas.
Por ti, Sol de Otoño, mis letras parecen tener vida.


Mirando al Otoño.

Y si esta hoja que hoy mi mano levanta.
Y si ella sola pudiera ser lo que no es.
Has caído. Allí permaneces exhausta.
Y aún tu color no abriga corazones, ya lo ves.

Ni el color ámbar que a ti se aferra,
ni tu cuerpo aturdido de pisadas.
A veces, no pareces más que tierra.
Te levanto, te giro entre mis dedos, tú grácil te derramas.

Me he permitido navegarte.
Ver donde empiezas, donde terminas.
Me he permitido acariciarte,
recorrerte toda, con mis dedos, tus esquinas.

Eres parte de mi otoño, eres parte.
Me recuerdas tanto! Cosas perennes,
A veces recuerdos que caducan. ¡Vuelan con el aire!
Y tú con ellos. Y yo contigo alejarme.

Y cuando de ti quise apartarme un instante
un rayo de luz traspasó tus gotas durmientes.
Te hiciste más bella, más humana y constante.
Ya pude quedarme contigo. Ya puedo saber lo que sientes.

Y si esta hoja que hoy mi mano levanta.
Y si ella sola pudiera saber lo que sí es.
Se sabría colchón de otoño y manta,
regalo de frescor otoñal y candidez.


Mirando hacia mi patio.

¡Cuantas voces viven en el umbral de mi memoria!
Viven en él, surgen de él, ahora se aplacan.
Racimos suspendidos de la historia
jugosos y tiernos, marchitos se derraman.

Construidos con la vid de la vida.
Fueron el parral de mi patio de baldosas.
En verano, visualizaba su caída.
En invierno, el sucumbir de sus hojas.

Ni un rayo de luz traspasó nunca su entresijo.
Y su olor, el del tiempo, emanaba de sus moradas.
Aquello que alguna vez causó mi regocijo.
Hoy es pausa. Es tiempo de ver más allá de aquellas ramas.

El azul se mezcló con verde, marrón y morado.
Y los rayos del sol penetraron y gotearon mis baldosas.
Con el calor, el musgo fue dulcemente secado.
Pueden verse las vetas entre grises, blancas y verdosas.

Lejos de tumbarme sobre ellas.
¡Lejos de quedarme anonadada!
Puedo estremecerme con sosiego en las estrellas.
Tras su calor, su brillo, sentirme deleitada.


Romance de la mosca.


Atrapada entre el cemento,
no te das tregua, ¡amas tu vida!
Crispada por la impotencia del momento.
Perturbada entre tu afán y tu caída.


A mi, me acompaña tu esperpento,
Tu alocada forma de urdir tu despedida.
Creo poder sentir, si te veo, tu lamento.
¡Te deseo libre! Y no saberte malherida.

Son las luces que te subyugan, ¿serán tormento?
Porque vas tras ellas, provocan tus ansiosos aleteos.
Moradora de mi habitación te has hecho, veo tu miedo.

Y el abrir mis ventanas, ¿causaría tu contento?
Cubres cada arista, cada esquina sin aplacar tus deseos.
¡Al fin! Una ráfaga de aire, la súplica de un solo credo.


Tú eres volcán.

Tú pareces volcán.
Y yo, la lava que de ti emergió
para morir después y ser roca.

Tu volcán enfurecido,
descontrolado, ávido de ser presencia,
Olvidó que esas rocas ¡brotaron de tus entrañas!


¡Ay! Volcán incontrolado.
Estallas al compás del infortunio,
hirviendo de rencores y recuerdos del pasado.

Tus explosiones de tristezas,
el olvido de tus laderas.
 Te ayudan a derruir, todo, cuanto a tu lado crezca.

Vives entre gritos de rojo incandescente.
Quemas la hierba que crece.
Es, tu álgida actividad la que deseas se recuerde.

¿Y las rocas que forjaste?
¿Qué fueron después de ser hirvientes?
Sólo rocas de un volcán temperamental, nunca durmiente.


Fabbiana Rodríguez Tucci
Uruguay-España-Valencia
2012


Tristeza Poética por
Fabbiana Rod´ríguez Tucci se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.Basada en una obra en Rincón Poético.

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