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martes, 28 de junio de 2011

Permeabilidad.



Permeable es mi sentir a las gotas de lluvia de lloronas de velatorio.
Permeable es mi cuerpo al sonar las turbulencias corporales del entorno.
Veo como sufres semejante, ante tus muertos, eternos y etéreos.
Veo como desgarras tu vida, por un trozo de cuero seco, hielo o fuego.

¿Es menester que trueques tus haberes, los que te piden respeto?
¿Sabes de su existencia, te has detenido en el tiempo?
Lo que revolotea cual planetas, y tú, Sol en el centro,
es lo que permanece cerca, nunca aquello que ves sin verlo.

Al mirarles, en la distancia, se me reflejan Saltamontes.
De grandes patas saltando en busca de gigantes empresas.
Una vez, allí, en la jungla, en la selva, todo queda en moraleja.
Hilos atados a lo invisible, alejan más y más la distancia,
entre tú y tu quimera.

Tenaz, tenaces todos los que deseosos, aman conquistar la cima.
Tercos, presurosos, de saciar su hambre de cambiar lo certero.
De remover montañas, estrellas y al mismo cielo.
Si ello fuera posible, veo brazos volando en el viento.

Permeable a tus palabras a tus pensamientos hirientes.
Permeable a tus miradas, a tus síntomas de engaño y maña.
Pero aún, más permeable a saberte deseoso de tranquilidad y templanza.
Zapato, tacón y bota, apóyate en mi, elige el camino y mi horma.

Semejante, te has confundido en empeño, has desviado el camino,
has olvidado tu centro. Tenderte mi mano puedo, ya que eso poseo.
Ni montañas, ni cascadas, ni intrincadas marañas.
Sólo claridad en el verbo, sólo desear, verte libre en el tiempo.

Fabius.-

jueves, 23 de junio de 2011

Lágrimas de niña.




Agua clara derramaban sus ojos embriagados de alegría.
Como sudor en copa de cristal, ellos brotaban sin vergüenza
Como rocío descansando en los pétalos, ellos amanecían.

¿Por qué lloras dulce y apesadumbrada niña?
¿Por qué lloras?


Porque feliz me encuentro de ver el Sol brillar en cada día.
Porque la Luna, humilde, ilumina mi camino y me vigila.
Porque el árbol frondoso de aquel parque me alberga sin cobardía.

Tu llanto parece copioso, desgarrador llanto de tristeza.
Tanto, que al oírlo sólo se me ocurre dejarte mi hombro
para cojín de tu manantial de amargura.
Para que llores sin trabas, pero con calor y sin corteza.


Cascada abrumadora apagaba mi calor inmune.
Al tiempo empapado, mas al tiempo humedecido.
Secaba mi interior las gotas de sus ojos acongojados.
Saciaba su llanto mi sed de ayudarla, de imaginarla.
Convirtiendo sus aguas en mar en calma, agua pura,
agua que albergue cualquier esperanza de vida,
cualquier esperanza de detener el tiempo al mirarla.


¿Y por qué sigues en tu llanto, niña del alma?
¿Por qué continúas entristecida?

No lo ves, allí  en el parque, ya no crece mi árbol de juegos.
Allí, en cielo, el Sol ya no brilla como antaño, ya no brilla.
Y allí, en la noche, la Luna ya no me vigila, pues no la veo.

Querida niña, tus amigos, tus admirados no te han abandonado.
Están ahí, dónde antaño les has dejado, ellos te recuerdan.
Saben de ti, saben tus pasos, tus lamentos y tus llantos.
Cierra los ojos, mira de nuevo, verás en ti, a ellos, renacer.
¡Eres tú, su milagro!

Ya no lloras, mi niña, ya no lloras.

Feliz mi dicha de verles de cuando en cuando.
Cercana su presencia, cercana a su regazo.
Cercana mi existencia, la de ellos.
El tiempo no les ha borrado.

Fabius.-

lunes, 20 de junio de 2011

Firmamento del Sur.


¿Por qué será, firmamento, que te siento caer sobre mis hombros?
¿Por qué será que no te veo reinar, más que detrás de algún esbozo?

Será que te veo engalanado de subjetivos consortes.
Gigantes y majestuosos consortes, que no dejan paso a tu encanto.
Que se alzan ocupando el aire, el espacio, al ritmo de la inconciencia.
Que desprecian la magia, tu magia, sin dejar ver tu grandeza.

¿Por qué será que al Sur, firmamento, contienes otra apariencia?
¿Por qué será que allí, mi mirada, no abarca tu inmensidad, tu excelencia?

Será que al Sur, tus consortes son fútiles.
Será que sus creadores, comprendieron tu lugar, a pesar de ser deudores.
Que con solidario arraigo, construyeron sus consortes.
Cada cual con su peldaño, sin acribillarte con vigías, ni corsarios.

¡Hay firmamento, te alzas ajeno a lo absurdo!
Permaneces inalterable, aunque, aquí, segmento en el aire.
Inmisericordes aquellos que por absurdos consiguieron fragmentarte.
Busco en tus trozos de gloria, el pedazo del Sur que te encarne.

¡Hay firmamento del Sur, que extrañeza el pensarte!
Permaneces en mi visión, de lo jamás inviolable.
Respetuosos aquellos que percibieron tu sangre,
tu color, tu ingenuidad, tu ánimo que anima al hambre.

Que sería del labriego sino pudiese mirarte.
Que sería del penitente si no pudiera rezarte.
Haces falta tal cual eres, tal y cual te crearon las artes.
Junto con las estrellas a amantes diste razón y semblante.

Que sería de las olas y del mar si no fueras su espejo.
Que serías del pintor. ¿Nada más que un mero reflejo?
No, jamás podrías perderte en la oscuridad del ciego.
Porque serás inmune, extenso, fijo, firmamento, en el tiempo.

Aquí te miro entristecida por soportar el falso credo.
Aquí suspiro al mirarte, y temerosa que intuyas mis recuerdos.
Los del Sur, de su firmamento eterno, gigante, inconmensurable.
Que me llena la vista, el alma, y el Cenit de mis recuerdos, en aquellos lugares.

No me intuyas deudora, no me creas grotesca.
No me pienses burlona de tan indómita existencia.
Piénsame tu deudora, tu enamorada, tu amiga.
 Porque, firmamento, creo.
Con mis sueños, no verte extinguido.



Fabius.-

domingo, 12 de junio de 2011

Aleteo.



Aletean los pájaros fugaces.
Aletean al compás de la sinfónica.
Aletean los sonidos de los arces.
De mi cuerpo, subyugado ante la armónica.

Aletean sueños de noche onírica.
Aletean imágenes sin colibríes.
Aletean en el viento las voces de la lírica,
de la prosa, del soneto cual rubíes.

¡Hay notas que divagan por el viento!
¡Hay melodías pérdidas en el tiempo!

Danzan con él, se confunden, se aman.
Incansables, gota sin verso, no derraman.

Aletean las vivaces Siemprevivas.
Aletean las gaviotas en la orilla.
Aletean sin promesas ni cohibidas.
Aletean cual cabellos sin orquillas.

Aletean las mañanas por el tiempo.
Aletean las noches firmes y concretas.
Aletean los ocasos sin miramiento.
Aletean atardeceres cual cometas.

¡Abanicos quisiera por dedos tener!
¡Alas de águila por brazos poseer!

Reunión de crisoles, reunión de gorriones.
Aletean mis versos, afanosos y deudores.
En caja de espuma, rodeada de lirios.
Poder protegerles, y morir, morir con su brillo.

Fabius.-

A mis seguidores.


Quisiera agradecerles, desde lo más humilde de mi corazón, el haber cumplido, al día de hoy, ¡mil visitas! a “Rincón Poético”.
Una experiencia que permanecerá, por siempre, en mi mente, en mis recuerdos y en mi corazón; que comenzó un 6 de Enero de 2011.
Quisiera agradecerles, a vosotros, a ustedes, a todas las gentes, lenguas, religiones, pensamientos, a todos aquellos que se encuentran aquí o allá. El cariño recibido a través de la lectura, y seguimiento de mi, hoy, entrañable y especial espacio poético. Agradeciendo por orden de visitas a: España, Estados Unidos, Bélgica, Uruguay, Hungría, Venezuela, Italia, Argentina, Chile, Colombia, Alemania, México, Canadá, Paraguay, Arabia Saudí, Perú, Portugal, Vietnam, El Salvador, Guatemala.

También, mi especial agradecimiento a los seguidores del blog, que con sus continuos mensajes animan a mi corazón a seguir el camino de la sensibilidad, de la fantasía, del amor, de la tristeza, de la nostalgia, del sentir.

Es para mi, y para regocijo de mis dedos y mi corazón, el sentir y el saber, que mis poemas, llegan a tantas personas, que han llegado en tan poco tiempo, y que, con el paso por estos 6 meses, se van sumando cada vez más países que continúan la lectura de “Rincón Poético”.
A todos, mi más respetuoso agradecimiento y sincero respeto para aquellos que continúan amando, tanto como yo, la poesía.

Gracias, Thank you, Bedankt, Kôszönöm, Grazzie, Danke, Shokran, Obrigado, Càm ón qúi vi rhât.

Fabius.-

martes, 7 de junio de 2011

Café de los jubilados.



Café de los jubilados, asilo de sonrisas,
de tranquilidades, de labores y trabajos añorados.
Rincón de sonetos, de poemas, de retratos y proezas.
Allí, me aparto del mundo, me rodea su belleza.

Tiempo pasado, tiempo de café de jubilados.
Café que emana otro aroma, otro sabor en labios agrietados.
Café del tiempo perdido, hoy, café del presente recobrado.
Disfrutado por semejantes reliquias, por gloriosas épocas y encanto.

Tostadas untadas de mermelada de flores.
Dibujan en el trigo tostado, un sin fin de colores,
que degustado, el tiempo cobra otro sabor, otro color;
el de la tranquilidad, el renacimiento, el pasar del tiempo incontrolado.

Charlas copiosas dotadas de lejanía y cercanía.
Tiempo que parece estancado, historias del ayer, refranes de osadía.
El ahora retoma como espiral, como renovado, lo vivido, lo pasado.
Brujos de los años, ancianos que parecen conocer, el hoy, el ahora. Nunca en vano.

Encuentro de paz, del no correr del tiempo, del momento.
Tentempié de disfrute, comensales sin tarjeta, ni esmoquin, ni etiqueta.
Naturales y vivos: “Vivimos lo que nos queda, disfrutamos lo vivido”
Pasajeros del tren de lejanías, abonados a tarifas reducidas de tarjeta.

Café de jubilados, café del mano a mano, abanico de esqueletos.
Confluyen en el tiempo, en el lugar, en el espacio y el contento.
Jardín octogenario de sonrisas jóvenes, manos arrugadas, mentes con ansias.
Canos, calvos, moños de señoras adornadas de colores de arco iris y fragancias.

Efluvios de amores con estancia, amores conseguidos a distancia.
Rezos para aquellos que se han ido, alegrías para los que aún, están servidos.
Marea de abrazos y miradas, de palmadas en la espalda, de caricia.
Cueva sagrada de viajeros de la vida, altar de viejos acometidos.

Me llevo lo que de ellos se desprende, la vida y el recuerdo.
La experiencia más amable, la que no fragua en el tiempo.
Me cobijo tras su café, sus sonrisas, su entretiempo cuerdo.
Café de los jubilados, encuentro de pensamientos, ¡que tiempo!

Carcajadas que contagian generaciones más cercanas.
Boutique de armario antiguo, zapatos de largo arraigo.
Café de los jubilados, esquina de los recuerdos.
Almuerzos acompañados de lloros, sonrisa y cuento.

¿Podrían vivir, aquellos, sin estos consortes del tiempo?
¿Podrían vivir estos, del vivir y pensar de aquellos?
Café de los jubilados, dieron vida a lo nuevo,
dieron vida al ayer, y a su propio baúl de recuerdos.

Fabius.-

sábado, 4 de junio de 2011

Quiero ser madera.




Quiero ser madera
Madera viviente, de múltiples movimientos.
Ascendente, descendente, hacia los lados.
Para con su cobijo, su naturaleza, abrigar
tu alma a mi lado.

Quiero ser madera.
Expandiendo mis raíces por donde pueda.
Engrosando mí tronco, de belleza, de pureza,
de saber, de más tristeza, para apreciar aquello
que ha surgido de la tierra.

Quiero ser madera.
Por su estilo lento, imperceptible, casi nulo.
Pero firme en el tiempo, dejando en si mismo
una variedad de anillos.
Testigos de un camino puro.

Quiero ser madera.
Para no vivir en la prisa, para ser feliz con la brisa.
Con los pájaros que en mí aniden. Con las hojas,
a veces, todas, a veces volando cual palomas.
Para desgranarme, y aún, ser una sola.

Quiero ser madera.
Que dibuje mi camino mi corteza.
De tales formas, cualesquiera la paciencia.
Que hayan surcos más profundos que los valles.
Que por ellos, dedos, encuentren cobijarse.

Quiero ser madera.
Madera pura, madera inútil, madera dura.
Madera que caliente tu colmena, la tibie.
Madera que acumules en tus bienes,
si con ello, al acariciarme,
sientes placeres.

Quiero ser madera.
De bosques olvidados, de bosques encantados.
De los que recuerda un poeta, del que sucumbe a su encanto.
Del que sirve de aliciente, de inspiración y de llanto.
De aquellos bosques llorosos, que a nadie, importe su canto.

Quiero ser madera.
Nueva, joven, antiquísima de tronco cadente.
Que al mirar el cielo, contemple, el cenit.
Su plenitud, su paso más que profundo.
Su avidez de vivir, su comprensión de morir.
Su virtuoso recuerdo por transcurrir el rumbo.

Quiero ser madera.
Aunque muerta, derruida, mas aún, nunca afligida.
Radiante hasta el mismo instante, del adiós.
Perdurable en el recuerdo del que sintió,
sus brazos, sujetarle jubiloso.

Fabius.-

viernes, 3 de junio de 2011

Breve soy, breve es mi poema.




Soy etérea, soy más liviana que el viento.
Soy mar que regala agua a raudales, soy invierno.
Soy aquello, soy esto, soy lo otro, soy lo muerto.
Soy azul, amarillo, verde, celeste como el cielo.

Soy flor marchita, soy flor de nuevo.
Soy semilla, soy vida, soy lo bueno, soy lo feo.
Soy lo que quiera ser, mientras no repare en serlo.
Soy aquello que crece, soy mutante del tiempo.

Soy el mendigo, el rico, el triste, el feliz, el viejo.
Soy ella, soy el, soy los niños y el juego.
Soy gaviota, halcón, gorrión, soy en el viento.
Soy libertad, soy bondad, soy luz, soy misterio.

Mas, soy y no soy, sólo soy, el desapego.
Porque disfruto de ser, del soy, del no ser nada.
Y ser eso.


Fabius.-

miércoles, 1 de junio de 2011

De lo imperfecto a lo perfecto.



En el momento perfecto de lo perfecto.
Nada puede ser más inequívoco y concreto.
Allí, donde la semilla empuja su brote.
Allí, donde el Sol, humilde paso, deja a la noche.

Cual punto que estremece el alma entristecida.
La cual descubre que, su razón es, su única salida.
En dirección al Sur, hacia el origen, lo concreto,
hacia el punto máximo del Sol, de lo correcto.

Corazón que encuentra, en cualquiera, su mejor amigo.
En almas sin caras, ni aspectos, ni fragancias, ni motivo.
Amigos de cualquier tiempo, aunque lejano y disperso,
aunque perdido, aunque silencio, aunque vacuo o inmenso.

Es el mirar al mar, en su magnifica inmensidad.
Es despedir al Sol, tras su sencilla jornada de bondad.
Es sucumbir, al celeste cielo. Del mismo, que por mis ojos
transita esculpiendo nubes, de formatos caprichosos.

Manto cubierto de flores diversas, se ha tornado mi alma,
encantada de poseer su cercanía, su belleza..... la calma.
Que, sólo, regalan ¡tal flores!, tal exquisitas doncellas.
Vírgenes del vicio, adornan sin adornos, las estrellas.

Es montaña que, inevitable, recae sobre la tierra.
Por que de ella, surge. Porque no existe, entre ellas, la guerra.
Mimándose en su camino, unidas en su destino.
Una sucumbe ante la otra, sin codiciar su brillo.

Del errar el andar, del equivocar el rumbo,
el que lo transita, sucumbe, a tientas y dando tumbos.
Del inicio del error, su opuesto, lo certero.
El caminante bondadoso, descubre lo verdadero.

Tras mirar, alejado de su mundo, alejado de su espejo,
alejado del bostezo, del poder y del cortejo.
El andariego, mirando el mar, mirando el cielo,
encuentra en el más allá, lo más cercano y eterno.


Fabius.-