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domingo, 31 de julio de 2011

Ya volaban golondrinas.



Ya volaban las golondrinas
cuando el susurro del viento
se abrió paso entre el frescor y la lluvia.

Ya volaban lentamente, sin tedio.
Ya percibían su gloria, ya florecían.
Remolinos de viento, opacaban su llegada.

Ya volaban sin pausa y aún con esperanza.
Embriagadas sus alas de lluvia y pesadas.
Ya volaban, ya volaban, ya volaban.

Ya volaban aunque el frío enmudecía.
Aunque fuera ir contra corriente.
Ya volaban con firmeza su camino.

Ya volaban las golondrinas
por el tiempo, buscando el olor del vino.
el olor del mar, de la brisa, del olvido.

Ya volaban golondrinas con ojos firmes.
Sus picos escudriñaban el viento.
Sus alas batallaban con el firmamento.

Ya acariciaban la hora, el minuto y el sentido.
Temporal que cercenaba sus ganas, su aliento.
Ya volaban golondrinas ¡con un último latido!

Ya volaban opacadas hacia el mar.
Hacia el fracaso, hacia el abismo.
Ellas soñaban el mar y ver un ¡último abrigo!

Ya llegaban golondrinas, ya llegaban.
Con un atisbo de luz, de sentir, de suspiro.
Llegaron a ver el Sol, dispuesto a quedar dormido.

Ya volaban golondrinas, ya volaban.
Las veo cada mañana, cada atardecer,
cada crepúsculo. Amigas son de mi alma.

Ya posadas golondrinas, ya posadas.
Ya sintiendo el calor, ya sintiendo la roca.
Dejando huellas marcadas, caminantes de la playa.
  
Ya les veo golondrinas, ya les veo.
Se me antojan pañuelos surcando el firmamento.
Llevados por el calor, que acaricia su tejido al viento.

Fabius.-

miércoles, 27 de julio de 2011

Ante el mar.



Caminando en aguas salinas.
Mis pies de suela de piel.
Sienten el frío de lo frío.
Sienten pisar un clavel.

Tan inmenso es el hastío.
Del hombre ciego por llegar.
Por cruzar el mismo río.
Sin danzar con su danzar.

Prefiero bailar con las olas.
Sumergirme en su vaivén.
Cual si fuera caracola.
Dentro y fuera fenecer.

Para que me recoja un niño.
Cual trofeo en su cuartel.
Sería por él artificio.
Y al mar! Podría volver.

En la humedad de la calma.
En el refugio del mar.
Allí podría soñar.
Caracolas de cristal.

Dentro de los pensamientos.
Si los hay dentro del mar.
Claros y sólidos reflejos.
Hoy caracola
Mañana, concha en el mar.


Fabius.-

viernes, 15 de julio de 2011

¡Yo vivo!

Es la quietud de la noche a eso de las tres de la mañana.
Es el silencio perdido al finalizar el aquelarre de miradas.
Es, es, es aquel instante perdido en la memoria de la amada.

Allí dónde el silencio es el gobernante de los sentidos.
¡Yo vivo!

Es el estado de los oídos sumergidos en lo profundo del mar.
Es la muerta bajo tierra ataviada con su mejor ajuar.
Es el estar en el centro de un bosque con los sentidos en paz.

Allí donde el silencio es el gobernante de mis sentidos.
¡Yo vivo!

Es el dormir de un niño perdido en sus recuerdos, perdido en sus sentidos.
Es el momento que sigue al temporal natural de la furia de los vivos.
Es el estar en lo inmenso del espacio fuera del mundanal cobijo.

    Allí donde el silencio es el gobernante de mis sentidos
    ¡Yo vivo!

    Vivo en el espacio del sentir de los sentidos.
    Vivo en el momento de los latidos.
    Vivo en el sabor de la alegría sn motivos
    ¡Yo vivo!


Fabius.-

martes, 12 de julio de 2011

Al encuentro de la muerte por un líquido ambarado.













Deja ya a tu fiel amiga.
A tu amiga de la angustia.
La que te embeleza el alma
La que colma tus tristezas.

La que se asemeja al ámbar.
La que refresca tu aliento.
La que te brinda la calma
Para, después, traerte recuerdos

Deja ya de agitar sus esencias.
De consumir tu tiempo en sus velos.
Ella te regala aroma, ilusiones todas.
Ella te desprende, te aparta del tiempo.

Tu mano ya tiene su forma.
Has esculpido su marco.
Ella contiene tu horma.
Se ha amoldado a tu embargo.

Se ha transformado en tu vuelo.
Te ha ofrecido sus alas.
Tú y tu desconsuelo
Habéis sucumbido a sus galas.

Ámbar de un solo color.
Del color de la miel si cabe.
Una es dulce y regocija.
La otra es hábil y culpable.

Fuerte es su entrada en tu miseria.
La llena, la dota de promesas bellas.
Te sientes libre, alma sin pena.
Al fin de la velada, sólo, epopeyas.

Se ha convertido en tu amiga.
Y tú, su íntima confesa.
¿Has visto en ella a la aurora?
¿Has visto en ella una estrella?

Es que no es esa la aurora.
Es que no esa la estrella.
Sólo es un poco de ámbar.
Que con el hielo refresca.

Ella te nubla la vista.
Ella te aparta del rumbo.
Necesita moribundos,
a quien saciar sus segundos.

Se ha instalado en tu cuerpo.
Ha poseído tus agallas.
Tú le sorbes, le amas.
Ella  ha conquistado tu alma.

Siento, siento, siento.
Verte sumergida en pos de nada.
Nadando en aguas ardientes.
Esperando a la guadaña.

Peno, peno, peno.
Por tu sucumbir a su sabor,
A su efecto ensoñador,
A su disfraz de ave de roc.

Ansío, ansío verte reír.
Verte al fin ser feliz.
Olvidando a tu amante.
Deseando, de nuevo, vivir.

 Fabius.-

lunes, 4 de julio de 2011

Ojos de vida.

Ojos presurosos buscando una complicidad, la dicha.
Vertientes de imágenes guardadas con recelo y olvidadas.
¿Son mis ojos los que buscan con anhelo tu mirada?
Son mis ojos que no guardan el desvelo, el susurro a tu llegada.

Por ellos han pasado tantos pesados contornos de montañas.
Tantos caminos; rectos unos, torneados los otros y largos.
Por ellos han  desfilado al compás tantos tiempos amargos.
Hoy se regocijan del verde prado, de la arboleda, de tu rebaño.

Tu mirada que escondida tras el manto de aquel camino elegido.
La siento, la sé jugando a esconderse entre los árboles pardos.
Juguetear ante mirones, ante sonrisas, juegos del hombre visco.
Sin perder el rostro de cualquiera escondido en la negrura.
Aunque lúgubre y oscura, permite el juego del mago.

Son los ojos de la antesala al esplendor del día, ojos brillantes de melancolía.
Pura, serena, apacible, llena de luz impalpable y firme, fulgurante armonía.
Como caudal desbordante entra sin permiso ni temor, llena mis ojos y les da vida.
La que acompaña el caminar, seguro, desenfadado y pulcro, de la luz en mi retina.

Y se llenan de lágrimas especiales, únicas, incalculables gotas centelleantes.
Pequeñas gotas del agua más pura, de las termales. Que regalan aire, calor
al tocar mis mejillas, mi boca, mi pecho, y lograr el agrado de mi piel a su reencuentro.
Y tornear el manto, en finísimos surcos, valles de nueva andadura para próximas gotas
cuyo caudal volviera a su lecho.

Aunque pesados y aletargados, a veces mis ojos, culminar su visión quisieran.
Aunque regalen espectros de formas, de colores que pudieran ser quimera.
Plenos de imágenes del tiempo, del momento, del segundo en su reloj interno.
Dos párpados acorazados dejan lugar al recuerdo.

Manto suave que cubre lo más frágil de sus miembros, y aún así poderosos
instrumentos de percepción de lo vivo, de lo muerto, de lo estéril, de lo fresco.
Les tengo como dos nortes, uno ingrávido en el tiempo, otro como el conforme
que se proclama feliz, satisfecho.

Fisgones sin remedio, sin maldad, con anhelo de sentir felicidad en el mirar de lo ajeno.
Si les amo es porque me colman de los sueños más ligeros, más amados, más modestos.
Uno a uno acompañados, y conmigo mi sendero, dejan paso a mi costado, manantiales
de momentos, verdean mis sentimientos.

Su mirar se hace a mi lado, me alegra el pensamiento, le da olor a mis ansias,
le da sabor al contento. Les protejo porque emanan tantas causas de buen agüero.
No reparo en la distancia, les pretendo, les evoco en este, mi modesto ramillete de versos

Sin adornos ni artilugios, son ellos los justicieros, de la presencia sincera, del origen,
del nacer eterno. Su mirar es como fértil, como campo de ganado fresco, como prado.
Son ellos quienes te envían flores, aguas, sol, consuelo, amigos son de tu esmero.

Llorar es regarles, es dotarles de milagro, para erradicar su sequedad, para que ocurra el milagro, el que se nota al mirar, dos girasoles radiantes, mirando al Sol, brillosos,
que recuerden mar al mirarles.

Fabius.-