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miércoles, 16 de marzo de 2011

Tú y tu piano.

Seduciendo las teclas de tu piano.
Te veo compartir su melodía.
Diosa de la música. Diosa de la vida.

Te veo mecer tu cuerpo mientras tocas.
Como balancín tu cuerpo y tu mirada.
Ves y no ves nada. Liberas música encerrada.

Pasión, dolor, ira al tocar tu melodía.
No te detienes ante nada. Nadas mía.
Nadas con las teclas hacia fantasía.

Temes que para el piano no seas más que nada.
Yo te veo entusiasmada, al tocarlo, anonadada.
Piano de cola comprado, pagado por casi nada.

Veo gotas de sudor acompañando tu esfuerzo.
Tocas, tocas al dolor, al miedo, a la ilusión.
Eres una con tu piano. Suyo es tu corazón.

Te entregas cual su amante. Piano de cola dominante.
Que te obliga, te somete, te desea, se estremece.
Con tus dedos fulgorosos, tú le tocas y agradeces.

Te veo mecerte, mecerte con tu piano.
No me canso de mirarte, de verte a su lado.
Juntos los dos. A mí oído vuestro regalo.

Que acompaño con mis dedos.
Sobre tabla con teclado.
Danzando con vosotros.
Te acompaño en mi relato.

Fabius.-

Cuerpo de hojas de otoño.


Allí, tan pronto caen las hojas. Recojo algunas esponjosas.
Para formar el cuadro de la forma. Forma de tu cuerpo.
Desnudo y de finas hojas.

Mi cuadro, he decidido, tendrá en su centro, tu ombligo.
Luego, caerán tus brazos, gráciles, firmes y ufanos.
Manos abiertas, hacia mi, en vano.

Arriba, más arriba, tu cabeza formará lo imponente.
Será el centro, será el mirador, será de color verde.
Si, aún, hay alguna que merezca esos laureles.

Como ojos pondré dos semillas, de las de los árboles de espinas.
Primero, para protegerles y después para que renazcas,
cada año con el otoño y las mañanas.

Y por lágrimas te regaré yo misma, para hacer que nazcan.
Que tus semillas germinen, se transformen y florezcan.
Para ver en ellos, flores, en vez de semillas secas.

Por pecho te pondré muchas y muchas hojas frescas.
Elegidas con cuidado, con esmero y enteras.
Para cuando me arrulles, colchón por pecho tengas.

En tu vientre, viril, pondré algún racimo que encuentre.
De esos, aún, fluorescentes, de esos, aún, existentes.
De flores muy hermosas. Y que sean perennes.

Tu fondo será verde, del verde de la esmeralda.
Transparente a mi mirada. Para que tu obra terminada.
Me parezca eterna, real y me sienta amada.

Por marco tendrás ramas de laurel, que con esmero recojo.
Mezclándolas con cuidado, en los sitios que yo escojo.
Formando escondrijos y huecos a los gustos de mi antojo.

Y mirando tu obra, veo colchón de hojas, en tonos de marrones,
de semillas y tallos, de ramas de laureles, de cabello de raíces.
Cuerpo de hojas de otoño, formado de varios matices.

Fabius.-

lunes, 14 de marzo de 2011

A María Emilia Volonterio


En un esfuerzo impugnable por combatir la tristeza.
Es que miro al espejo y mirando tanta belleza.
Encuentro en tus finos ojos.
Tu dulzura, también tus quejas.


Si tu cuerpo no cambiase y si fueras como el aire.
Serías el suave viento, el rocío, y del río, su cauce.
Eres bella en tu esencia, en tu misterio, en tu blasón.
Sólo con mirarte y verte, veo en ti,  tanta ilusión


Que con austeridad y valentía esquivas espinas y sangre.
De quienes, asevero y creo, no existe quien te consagre.
Impávida a tanta miseria te creces fuerte y esbelta.
Tu corazón imparable quiere desearse etérea.

               
Y esa, tu belleza más sublime, más impecable y eterna.
Es la que te hace hermosa, valiente, intangible y férrea.
Contágiame de tu valor, tu eternidad en el tiempo.
Tiendo mi mano a tu amor, para brindarme con ello.


Sin caminar en el tiempo y sin pisar la mezquita.
Meditando día a día, sin rosario, vas sin prisa.
Tú le rezas a nadie, sólo a tu valor, si cabe.
Tú regalas amores, ilusiones sin donaire.


Y así, me inspiras al verte, sólo con tu mirar pareces
encontrar respuesta al dolor, un dolor, que no mereces.
Y me obligo a escribirte, a regalarte mi excelsa
creación, música y pasión. Al origen de tu fuerza.


Pura, pura, pura más que pura y fuerte.
Así, sin más, belleza indemne.
De esas incomparables, casi inexistentes.
Pura, gracias al darme, poesía, valor y muerte.


Para renacer en paloma, en duro botón de amapola.
Para renacer al mundo y hacerme una en las olas.
Para revivir la vida, para conquistar el cosmos.
Para ser una contigo, sin saber quienes somos.


Y quisiera seguirte en esta, mis tibias y puras letras.
Dedicándote mil hojas, mil horas y mil poemas.
No necesitas nada, nada más que mis cumplidos.
Tú te sabes toda, de razón te has esculpido.


Y aunque ya no estés conmigo, te escribo como si fueras.
Compañera de relatos, de madrugadas en vela.
Contándonos tantas cosas. ¿Recuerdas que fácil era?
Esta para  ti, mi regalo por aquello que tú eras.
Amiga de las veladas. Amiga, ¡si aún lo fueras!
Fabius.-

domingo, 13 de marzo de 2011

Mis cuatro estaciones

Y para qué soledad, me confundes con tu amiga.
Y para qué, el tiempo me traiciona con su duda.
No es a mi a quien proteges, sino, a mi oscuridad desnuda,
de lamentos a los ojos de quien quiere verme absurda.

A mí consuelo debo las gracias, de tanta ingrata paciencia.
A él debo mis pesares hechos agua de fuente recurrente.
A si debo todo, de repente, a quien consiga lo indemne.
A la gratitud, a lo ufano, lo feliz y lo insolente.

Y al tiempo de las flores, las vincas y las rosas.
Debo mi alegría oportuna. Visita de primavera aventurera,
sin llamar, pero alegre de verla. Colmas mi hogar, mi colmena,
mi espacio, mi suspiro, mi deseo de que vuelvas.

Y al tiempo del invierno, en que te basas en llantos.
En lamentos y peñascos de trozos de valentía
por tu presencia quedo cautiva, del dolor noche y día.
Y sin más remordimientos te llevas tantos lamentos.

Sólo me quedan los restos de los dos momentos mejores.
Entre primavera e invierno, mis soñares y apatías.
Uno de ellos con mis penas y mis fieros, más fieros días.
Otro cálido, complaciente, capaz de brindas colores.

Y, así, el tiempo me pasa entre las cuatro estaciones.
En que pienso en mil millones de ideas y vastos campos.
De temores, ilusiones, fantasías y mis dones, tantos.
Que en mi recuerdo quedan por no sentirse mejores.

Fabius.-

A las letras.

En la soledad de mi vida.
Sólo encuentro en tus formas.
Sólo en tus gráciles formas.
Mi paz, mi oportunidad divina.

Sólo a través de tus trazos.
Y tus significados.
Amigos enmascarados.
Fieles amos de mis manos.

A través de mis dedos.
Cobras forma en papeles.
Igual que los cascabeles.
Plasmas en ellos, sonidos.

Y una a una tus migajas.
De formas y de expresiones.
Juntos dos corazones.
Para crear mis alhajas.

Así el silencio amigo.
De mi vida y mi futuro.
Tú me pones ante un muro.
Para hacerme una contigo.

A las letras esta, mi poesía.
A mis amigas del tiempo.
A mis latentes, contemplo.
En mi perversa fantasía.

Y si bastara siquiera.
Con tenerlas sin mirarles.
Solo podría darles.
Mi devoción si sirviera.

Y aunque ellas, sólo ellas.
Inigualables e intactas.
Respeto sólo me basta.
Para quedarme con ellas.

Fabius.-

Carta al Amor.

Al Amor le he escrito una carta.

Una muy importante.
Una llena de autoestima.
Pidiéndole por encima.
Un amor reconfortante.

Mi petición se basaba:
Con respeto a Don Amor….
Poniendo mucho fervor.
Que no me deje olvidada.

Explicaciones varias.
Minuciosamente escritas.
Detalladamente expuestas.
Y que no fuesen precarias.

Principalmente se trataba.
De dos cosas muy sencillas:
Un amor que de cosquillas,
y que a veces me escuchara.

Solícito, Don Amor,
presuroso contestó.
Y valiente me explicó,
cuestiones sobre el amor.

Querido desamor:
¿Tú te sientes olvidada?
¿Tú te sientes no escuchada?
Tú lo que sientes, es temor.

Te aconsejo lo siguiente.
Y lee atenta el reglón.
A tan fina explicación,
no seas indiferente.

¿Tú olvidada de ti? No.
Olvida tú, que olvidada.
Olvida tú, que escuchada.
Importa sólo, te escuche yo.

Amate primero, ama tu corazón.
Descubre tú, la emoción.
Encuentra tú, la ocasión.
Y en ese camino hallarás.
Lo anhelado en el amor.                                                                                             Fabius.-                                 

sábado, 12 de marzo de 2011

Cual rosa.


Cual rosa marchita y fría.
En tus manos de alabastro.
Como quien no tiene alegría.
Fuerte, formo mi castro.

Cual rosa plena de espinas.
En defensa de mi vida.
¡Formo rosas tan divinas!
Veneno de escarlatina.

Cual rosa llena de hojas.
Para cubrir mi única rama.
Me escondo para que escojas.
Cualquier rosa de otra gama.

Cual rosa de fuerte aroma.
Inevitable, exquisito.
Deseo viento de Roma.
Para evitar tu apetito.

Cual rosa vieja y mohosa.
Cortada un día por fin.
Dejada en tu libro en prosa.
No quieres que tenga fin.

Fabius.-

En mi valle.

Allí en mi valle floreces. Allí te despiertas cada mañana.
Allí en las noches de ocasos radiantes.
Tus ojos parecen cristales llenos de lluvia. Trasparentes.
Allí en mi valle adormecido. Allí alcanzas tu nirvana.

Tú eres el valle. Junto conmigo amor latente.
Patente señal de amores frescos. Corazón.
Allí te pretendes paloma, águila o halcón.
Campesino errante, buscador de sueños. Caminante.

Espera así, tendido sobre el río que recorre su hendidura.
Ahí, yace impávido. No tengas prisa por las olas.
Ni el trepidar de las montañas, las aureolas.
Allí en mi valle, comparte conmigo su escultura.

Ese eres tú. Un ciervo esperando la llegada del frío.
Y sumergido en tu ausencia esperas por mi.
Atado al árbol que corteja hierbas en sus plantas en do, re, mi.
Miras al cielo y mirándome sientes que se esfuma el hastío.

Allí, crisantemo de dulce aroma, movido por metas.
De llegar al cielo. Alzas hojas y pétalos al viento.
Rocías, tú, mi selva hasta llegar a su contento.
Estelas de luz brillante de color, dejas en el cielo cual cometas.

Y la lluvia que te embriaga, te sorbes tú su sabia.
Te impregnas de esmeraldas de arco iris. Color que te regala.
Te creces allí, en mi valle. Naturaleza toda te engalana.
Te confundes en su abismo, allí tu mundo cambia.

Valle de sueños disfrazados, valle de esperanza y  milagros.
Ven a mis brazos, a mi cobijo, bajo mis ramas, mi follaje.
Sumérgete en mi mundo, en mi distancia, en mi paisaje.
Resguárdate de tus pesares, de tus propias tempestades, de tus agrios.

Sé uno conmigo, aquí, en mi valle, sintiendo la colmena.
De las abejas sus danzares. Del pájaro que nace y su plumaje.
Del crujir de la hierba cuando duermes. Del sentir de mi paraje.
Confúndete con el canto de sus piares, de su canción amena.

Mira a lo lejos, mira el cielo perderse. Piérdete con mi cielo.
Mira mi valle y siente. Cómplice del tiempo imperturbable.
Protege mi valle, tu valle, con fuerza y admirable.
Y sentirás su amor, su gloria, sus semillas subir en vuelo.

Y mézclate conmigo en un solo y trepidante abrazo.
Rodéame y regálame tu más profunda sencillez.
Sencillo mi valle, sencilla y pura tu honradez.
No pierdas mi rumbo. Guíate por el sonido de mi algarazo.

Mas, no olvides tu pasado, de donde vienes, colmado.
De artilugios, de pesados cargos, de ilusiones y fracasos.
Sométete a mi valle. Aléjate del ruido. Sígueme en mis pasos.
Aférrate a mi valle. Viviente aletargado.

Aquí en mi valle, despréndete de lo absurdo, de lo inútil y lo extraño.
Y planta conmigo alegrías y esperanzas. Porque no, también dardos y lanzas.
Para proteger con ellos mi naturaleza, mi estirpe, tu esperanza.
Piensa que el tiempo, aquí, no pesa. No existe el año ni el daño.


Fabius.

miércoles, 9 de marzo de 2011

He pensado.

Y sobre todo empezar por decir, basta.
Por decir, no quiero naufragar.
Quiero salvarme, amo aún mi vida.
Deseo continuar con ella, así, sin más.

Porque he pensado. El océano me asusta.
Más me asusta el dueño de la oscuridad.
Esa marea fuerte, danzarina, envolvente.
Cautelosa con los cautos, poderosa con los osados.

He pensado que dentro, allí, lejos de la realidad.
¿Qué hay? Quizás nada, nada que averiguar.
¿Y si me atrevo a adentrarme en el abismo?
¿Encontraré hacer mis sueños realidad?

He pensado que no, porque los sueños son reales.
Reales en el ahora, y no en el más allá.
En ese sitio que aún no visitado.
Las almas ya cansadas, sospecho, no deben soñar.

Y puesto que comprendido este punto.
Allí, a la distancia, no se permite soñar.
He pensado, ¿para qué he de visitarlo?
¿Para seguir frustrando mi vida con algo más?

También he pensado que frío.
 Frío debe ser y en abundancia debe haber.
A mi el frío no me gusta, me paraliza.
Y me gusta sentir calor, aunque sea en el dolor.

Mas he pensado, que en ese mar del adiós.
Y esto es lo más importante. No debe existir el perdón.
Cargaría con mis maletas de culpa, llenas.
Sin ayuda, debería seguir la senda, sin opción ni reflexión.

Fabius.

domingo, 6 de marzo de 2011

Despierta mañana, despierta.

Despierta mañana, despierta.
Levántame en tus brazos.
Regálame un abrazo.
Tiéndeme en tu regazo.

Despierta mañana, despierta.
Aunque temas al ocaso.
Déjame tu milagro.
Aléjame de lo amargo.

Despierta mañana, despierta.
Rocíame con tu aroma.
Que provocas en las rosas.
En los prados, en los charcos.

Despierta mañana, despierta.
Y levántame en tu seno.
Al aire llévame en vuelo.
Y tira de mí. Regálame consuelo.

Despierta mañana, despierta.
Con el aire fresco y puro.
Atráeme hacia tu mundo.
Contigo muero y me fundo.

Despierta mañana, despierta.
Ponle nota a los sauces.
Para que al oírlas se alcen.
Se mezclen conmigo. Dancen.

Despierta mañana, despierta.
Con los pájaros que imitan tu cantar.
En coro y al unísono tienden a gorjear.
Su melodía, su armonía. Me hacen soñar.

Despierta mañana, despierta.
Despierta al Sol y a la Nube.
Despierta sueños que tuve.
Despierta así, siempre estuve.

Fabius.

jueves, 3 de marzo de 2011

La Señora

Lloraba la Señora de tarde en tarde escapada.
Escapaba de su casa, su rutina la mataba.

Ni amigas ni confidentes, lloraba, así, de repente.
Recordando los agravios, que habitaban en su mente.

Aguantaba la Señora, por sus hijos y sus nietos.
Las caricias, la dulzura, sólo momentos muertos.

Su cuerpo entumecido, aguantaba lo vivido.
Después de toda una vida, la mejor opción, el olvido.

Gritaba lo que sufría, pero su voz no se oía.
No pronunciaba palabra, su desdicha lo impedía.

Ni se paraba a pensarlo, ni siquiera a meditarlo.
Aún menos defenderse, mucho menos criticarlo.

Un juramento hecho, ante el altar, ante Dios.
Hace que la Señora, padezca casi sin voz.

Cómo romper lo jurado, lo prometido ante Dios.
Se decía la señora, ¡lo hemos jurado los dos!

Yo cumpliré con mi parte, con fuerza su voz interior.
Él no ha cumplido la suya, brindarse a mi con amor.

Fabius.

martes, 1 de marzo de 2011

Luchemos juntas. Amiga

La veo andar.
Pasar de tarde en tarde.
Desganada, casi sin vida.
Abatida por el dolor.
Afligida.

La veo mirar.
Su mirada perdida.
¿Piensas?
¿Qué pasa?
¿Te sientes consumida?

Dime. ¡Dime algo!
¡Quiero ayudarte!
Mi amiga.
Amiga, sin conocerte.
Amiga, de la desdicha.

Pasemos juntas por esto.
Protejamos nuestras vidas.
No dejes que el desconsuelo.
Te detenga.
Acabe con tu alegría.

No le temas al miedo.
Teme más al hacedor.
Defiéndete en tus derechos.
¡Grita fuerte!
No caigas ante el dolor.

Te quiero.
Aunque, no sepas quien soy.
Te admiro.
Te espero.
Confíame tu temor.

¿Me conoces?
Sí. Aunque creo que no.
Me ves, me sabes.
Me intuyes.
Como contigo hago yo.

Somos almas parecidas.
Que sufrimos con dolor.
Somos casi como amigas.
Juntémonos tu y yo.
Luchemos juntas amiga.
Contra el dueño del temor.
Fabius.