¡Ay! Copiosas
tempestades
diosas y permanentes
que bañan tus
mejillas al mirar.
¡Ay! Tambores de
tormentos,
mensajes turbulentos,
que rompen tu corazón
al repicar.
tus ánimos se aferran
a tu tierra sin sentido.
Y la lluvia, aunque
barriera tus raíces.
Extienden sus brazos
en busca de sustento sin pesar.
¡Ay! Girasoles al
mediodía
escasos de algarabía.
Lloran tus ojos al
mirar.
¡Ay! Lluvia de algún
verano
que sólo merma en tu
mano
humedeciendo tu piel
al despertar.
Eres lluvia, eres
cauce, eres río.
Corren por ti copiosas
aguas del hastío,
sin llegar a ser
vestido, son tapices
de tu alma, de tu
cuerpo, de tu llanto sin lugar.
¡Ay! Tu lamento claro
y fuerte es tu cauce y tu sonido.
Es tu miseria como
hojas que navegan sin sentido.
¡Ay! Vendaval en tu
garganta.
Cantaleta, de una
infanta.
Afrenta que has debido sofrenar.
¡Ay! Te has sumido en
lontananzas.
Has puesto bermejas
tus esperanzas.
Sólo huellas de
charcos puedo seguir a tu pasar.
Eres furia, eres
desolación, árbol caído.
Huracán cuando en ti
la fe se ha ido y bravío.
Silencioso errante,
dulce soñador de tiempos felices.
Mis lágrimas brotan
al verte derramar las tuyas sin parar.
Y la lluvia ya pesa
sobre tus hombros, confunde tu sentido.
Paso a paso dejas
tristeza, al menos crece la maleza del olvido.
Verte caminar y
respirar, crueles aforismos, es verte ungido.
Al menos la inconciencia
de tus penas pretende, crezcan flores en tu umbral.
Fabius.-