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lunes, 4 de julio de 2011

Ojos de vida.

Ojos presurosos buscando una complicidad, la dicha.
Vertientes de imágenes guardadas con recelo y olvidadas.
¿Son mis ojos los que buscan con anhelo tu mirada?
Son mis ojos que no guardan el desvelo, el susurro a tu llegada.

Por ellos han pasado tantos pesados contornos de montañas.
Tantos caminos; rectos unos, torneados los otros y largos.
Por ellos han  desfilado al compás tantos tiempos amargos.
Hoy se regocijan del verde prado, de la arboleda, de tu rebaño.

Tu mirada que escondida tras el manto de aquel camino elegido.
La siento, la sé jugando a esconderse entre los árboles pardos.
Juguetear ante mirones, ante sonrisas, juegos del hombre visco.
Sin perder el rostro de cualquiera escondido en la negrura.
Aunque lúgubre y oscura, permite el juego del mago.

Son los ojos de la antesala al esplendor del día, ojos brillantes de melancolía.
Pura, serena, apacible, llena de luz impalpable y firme, fulgurante armonía.
Como caudal desbordante entra sin permiso ni temor, llena mis ojos y les da vida.
La que acompaña el caminar, seguro, desenfadado y pulcro, de la luz en mi retina.

Y se llenan de lágrimas especiales, únicas, incalculables gotas centelleantes.
Pequeñas gotas del agua más pura, de las termales. Que regalan aire, calor
al tocar mis mejillas, mi boca, mi pecho, y lograr el agrado de mi piel a su reencuentro.
Y tornear el manto, en finísimos surcos, valles de nueva andadura para próximas gotas
cuyo caudal volviera a su lecho.

Aunque pesados y aletargados, a veces mis ojos, culminar su visión quisieran.
Aunque regalen espectros de formas, de colores que pudieran ser quimera.
Plenos de imágenes del tiempo, del momento, del segundo en su reloj interno.
Dos párpados acorazados dejan lugar al recuerdo.

Manto suave que cubre lo más frágil de sus miembros, y aún así poderosos
instrumentos de percepción de lo vivo, de lo muerto, de lo estéril, de lo fresco.
Les tengo como dos nortes, uno ingrávido en el tiempo, otro como el conforme
que se proclama feliz, satisfecho.

Fisgones sin remedio, sin maldad, con anhelo de sentir felicidad en el mirar de lo ajeno.
Si les amo es porque me colman de los sueños más ligeros, más amados, más modestos.
Uno a uno acompañados, y conmigo mi sendero, dejan paso a mi costado, manantiales
de momentos, verdean mis sentimientos.

Su mirar se hace a mi lado, me alegra el pensamiento, le da olor a mis ansias,
le da sabor al contento. Les protejo porque emanan tantas causas de buen agüero.
No reparo en la distancia, les pretendo, les evoco en este, mi modesto ramillete de versos

Sin adornos ni artilugios, son ellos los justicieros, de la presencia sincera, del origen,
del nacer eterno. Su mirar es como fértil, como campo de ganado fresco, como prado.
Son ellos quienes te envían flores, aguas, sol, consuelo, amigos son de tu esmero.

Llorar es regarles, es dotarles de milagro, para erradicar su sequedad, para que ocurra el milagro, el que se nota al mirar, dos girasoles radiantes, mirando al Sol, brillosos,
que recuerden mar al mirarles.

Fabius.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta tu poema, además
pienso que los ojos transmiten energía, vitallidad, emoción y también expresan sentimientos de intensa ansiedad y frustración.