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miércoles, 6 de abril de 2011

Mi imperativo.

Mi imperativo la alegría, y el reír a la vista.
El complacer mi desconsuelo, mi llanto.
Un llanto ausente al descubierto y como brisa,
que humedece mis visiones ¡Que tanto!


El silencio de mis palabras que aunque, muchas.
Se esconden cual charada. De alguien que cree
en cielos, estrellas, nubes, en oxigeno. ¡Casi nada!
En emociones, valores, amores y  en ilusiones y baladas.


Mi imperativo la tranquilidad esquiva, ausente,
impenetrable. Incoherente con lo rodeante, con lo envolvente,
lo ,inmensurablemente, imposible del mundo de hoy. El presente.
Así, la encuentro en las plantas, en las flores e, intento, en mi simiente.


Esa paz tan danzarina, tan alocada, aunque antónimo de sí misma.
Quiero verla en todas las partes posibles. Y en mi vista enmohecida.
Y aunque me cueste verla, me conformo con sentirla. Verla llegar sin tocar
mi puerta, llegar, quedarse, establecerse, elegirme ¡a mi! su amiga.


Mi imperativo la gloria, el alcanzar lo más alto de la felicidad. Toda.
La felicidad, mi camino, su transcurso sin mapa ni destino.
Encontrarla en cada momento, en cada minuto y en el silencio.
En cada palabra o gesto, en cada plato y sustento, en mi morada y mi momento.


Y que me toque el tocarla, y que me sea posible, y que parezca imposible,
se aleje de mi con desaire. Y que me acuñe en su mundo, y que su mundo me inunde.
Y que me preste su gracia y que sea grácil al verme. Y que me de su esperanza
y mi esperanza penetre, para dotarla de enmiendas, con carácter permanente.

 
Mi imperativo, la vida, el vivirla dulcemente. Con dulzura la maleza,
que cubre mi vida, quitarla de cuajo quisiera, aunque fuese muy espesa.
Dulce espíritu, aunque presente, aprisionado por malas hiervas,
busque la luz, busque el momento, para sacar su belleza.

Fabius.-

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